El desarrollo no puede desvincularse a sí mismo de las palabras con las que fue formado – crecimiento, evolución, maduración. La palabra implica siempre un cambio favorable, un paso de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior, de lo peor a lo mejor. El término indica que a uno le va bien porque avanza en el sentido de una ley necesaria, ineluctable, universal y hacia una meta deseable (Esteva, 2010). No obstante, a pesar de que no sea lo primero que viene a la mente, la homogeneización ha estado finamente ligada con el desarrollo desde el principio, pues este ha buscado siempre alinearse a las directrices occidentales impuestas por los países desarrollados. En este sentido, a lo largo del presente ensayo se abordará esta noción y se hará especial énfasis en la estandarización de las ciudades.

Según Gronemeyer (2010), la idea de desarrollo es entusiasta del proyecto gigante de estandarización, y para producir una homogeneidad mundial, uno se debe embarcar en la erradicación de todo lo que es extraño. Desde sus inicios, el desarrollo ha representado para la mayoría de la población mundial la alteración de sus culturas y órdenes sociales según los estándares de Occidente (Escobar, 2007). En este sentido, el desarrollo implica la occidentalización del mundo en nombre de la modernización, el desarrollo nacional, el progreso, los derechos humanos, el alivio de la pobreza e incluso el empoderamiento y la participación (Nederveen, 2000). Para lograr el crecimiento global y, a su vez, el bienestar individual es necesario deshacerse de las tradiciones y dedicarse a la generación incesante de ingresos. En síntesis, el objetivo final del desarrollo es crear una cultura universal de clase media. (Berthoud, 2010).

Los países en vías de desarrollo han aceptado una visión del mundo que define desde su modelo de desarrollo hasta sus categorías estéticas. Mismas que son construidas sobre valores que han llegado a considerarse universales, pero que nacen en un contexto específico de la cultura occidental (Kumar en Tegegn, 2020). Fueron estas visiones las que dieron paso a varios procesos de expansión y renovación urbana motivados por el crecimiento económico – industrial. Desde inicios del siglo veinte, el término “desarrollo urbano” representa una reformulación de los alrededores urbanos basada en los bulldozers y en la masiva y homogénea producción industrial de espacios e instalaciones especializadas (Esteva, 2010; Noguera y Gómez, 2013). Aun en las pequeñas ciudades, que no podrán nunca alcanzar a las grandes metrópolis, se imponen “ciertas lógicas de poder y homogeneización determinadas por el mercado” (Noguera y Gómez, 2013).

Según Lefebvre (1974), “bajo toda una parafernalia de símbolos que transmiten diversidad a la par que originalidad, no hay sino un enmascaramiento de la pura repetición (de edificaciones, monumentos o eventos) en todas las ciudades” (pp.20). Esta homogeneización podría explicarse con lo que Yory (en Noguera y Gómez, 2013) denomina “pretensión de globalización” que se enfoca en la suposición de que todos desean lo mismo, por lo que basta con ofrecer una mercancía o servicio para cargar en este la apetencia colectiva. Aun cuando no se consuma en absoluto, por falta de acceso, sí existe la homogenización de deseos, al menos se tiene la posibilidad de desear ¿Quién no desearía vivir en una gran metrópolis cosmopolita?

La idea de desarrollo promete que uno podrá sentirse como en casa en cualquier lugar del mundo. La condición inalterable de la homogeneidad es la simultaneidad mundial (Gronemeyer, 2010). No obstante, la homogeneización debe verse desde un punto de vista crítico, “no solo por sus connotaciones impositivas, sino también por sus implicaciones sociales” (Noguera y Gómez, 2013, pp. 61). “El capitalismo exige ciertas cualidades de quienes lo practican”, aun cuando no posee otra finalidad que expandirse indefinidamente, lo que provoca la exclusión de quienes no las poseen (Nyerere en Rist, 2002: 152). El problema no es entonces que las ciudades se urbanicen, sino que bajo esto subyazcan procesos de segregación social, marginalización espacial y la estandarización cultural bajo un único modelo que gira en torno al derroche y el capital. Estas dinámicas son movilizadas por el paradigma del desarrollo, pues la infraestructura y la organización, con las directrices de los países en desarrollo, son de las expresiones más evidentes de una sociedad floreciente (Noguera y Gómez, 2013). Sin embargo, “todo se desarrolla desigualmente” y esto adquiere forma a diferentes escalas. Este desarrollo desigual “es una expresión geográfica sistemática de las contradicciones inherentes a la propia constitución y estructura del capital” (Smith, 2020, 19).

A modo de conclusión se puede indicar que el desarrollo es una máquina homogeneizadora que pretende deshacerse de todo lo extraño, resultando en la desaparición de varias culturas y tradiciones en el nombre de la modernización y la urbanización. En esta línea, varias ciudades del mundo terminan siendo réplicas las unas de las otras e incluso las ciudades más pequeñas terminan respondiendo a las mismas lógicas de mercado. Entonces, los problemas aparecen cuando estas dinámicas implican imposición y exclusión social. Se debe tener en mente que el desarrollo de unos implica forzosamente el subdesarrollo de otros y es por esto por lo que el desarrollo está condenado a darse de forma desigual. “Los intentos de dominar al ‘capitalismo salvaje’ han fracasado, lo que significa también el final del intento de implantar la abundancia para todos” (Rist, 2002: 253).

Bibliografía

Berthoud, G. (2010). Market. En Sachs, W. (Ed.), The development Dictionary. A guide to knowledge as power. Londres: Zed Books.

Escobar, A. (2007). La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Venezuela: El perro y la rana.

Esteva, G. (2010). Development. En Sachs, W. (Ed.), The development Dictionary. A guide to knowledge as power. Londres: Zed Books.

Gronemeyer, M. (2010). Helping. En Sachs, W. (Ed.), The development Dictionary. A guide to knowledge as power. Londres: Zed Books.

Lefebvre, H. (1974). La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing.

Nederveen, J. (2000). After post-development. Third World Quaterly, 21 (2): 175-191.

Noguera, A. y Gómez, D. (2013). Desarrollo homogéneo y segregación – Dinámicas del poder en el contexto urbano: caso macroproyecto San José de Manizales. Revista Gestión y Ambiente, 16 (3): 53-72. Diciembre de 2013.

Rist, G. (2002). El Desarrollo: historia de una creencia occidental. Madrid: Catarata.

Smith, N. (2020). Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio. Madrid: Traficantes de Sueños.

Tegegn, M. (2020). El desarrollo y la influencia de los organismos de ayuda. En M. Tegegn, Desarrollo y Poder. Barcelona: OXFAM.

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